viernes, septiembre 15, 2006

Ishanti V

Para la dama cuyo fuego en su corazón logro hacer arder el combustible de mi imaginación, a vos te lo dedico, dama del aire, dueña del fuego de mi alma.

Ishanti.

Estaba encorvado, esquelético, sus músculos parecían colgar de sus huesos, su cuerpo estaba terriblemente desgastado por el viaje y la batalla.
Hacia semanas que no saciaba su hambre y más tiempo aun que no se sentía limpio, y el subvenir mas molesto de su batalla con la bruja eran las costras de sangre de sus sirvientes, que colgaban secas de su cuerpo y que no había tenido oportunidad de lavar.
Ya no se aprecia al joven que había dejado su aldea, en busca de una aventura incierta que el viento nocturno había traído a sus sueños, en su viaje había aprendido mucho, había aprendido el valor de la amistad y el amor puro y sincero, pero también había aprendido a odiar. Desde la muerte de su amigo ese sentimiento creció en su pecho, comprimiendo su corazón, haciéndolo llorar cada día, aullando, y deseoso de destruir de destruir lo que fuera que había motivado su viaje, partió hacia donde se encontraba ahora. Maldijo su jornada y todo lo que esta le iba proveyendo, pues se lo había quitado con demasiada facilidad. Odiaba a Ishanti, fuera lo que esto fuera, y solo quería destruirla. Pero frente a esta gran puerta de ébano, su viaje se acercaba a su final, frente a el estaba ese gran semicírculo negro, ningún detalle se distinguía, no había herrajes ni postigos, solo una negrura absoluta que parecía absorber dolo lo que tocaba.
A los dos lados se encontraban dos columnas unidas por un arco, y enredada en ellas había una especie de serpiente infinita que entraba y salía de la tierra en cada columna. Apenas se distinguía el movimiento de la escamosa piel pero este era rápido y constante. Las columnas eran blancas y brillantes, y la piel era verde y opaca, las paredes de este castillo eran de un gris único, perlado, pero apenas brillante, parecían ladrillos de cristal, pero sin el brillo de este, no había ventanas, nada más se destacaba, solo la negrura del portal.
Tom el ruloso miraba pensativo la puerta, no sabia si acercarse o no a ella, sabia que la respuesta que buscaba estaba del otro lado, pero no Sabih como podría llegar. Se acercó despacio y golpeó fuertemente la insondable oscuridad de la puerta, solo para sentir que su mano se entumecía inmediatamente y un dolor agudo reptaba hasta su cabeza, no podría entrar con su fuerza bruta, al menos no vivo.
No se escuchaban pájaros en las inmediaciones ni otros animales, allí la única cosa que tenía vida era él, y decidió buscar algún otro ser que habitara allí cerca. Empezó entonces a caminar por los laterales de esa increíble edificación semicristalina, empezó a caminar sin alejarse de las paredes, tratando de encontrar alguna abertura lateral o alguna existencia que lo guiara a alguna alternativa para poder entrar. En su viaje había aprendido que no solo lo corpóreo existía, entonces estaba atento a cualquier indicio de algo que no fuera tangible pero que viviera o más bien existiera. Pero no distinguía nada que pudiera ser etéreo, solo la suave brisa filtrándose por el espeso bosque que rodeaba el castillo. Tardo cuatro días en rodearlo y cuando llego a la entrada nada se sentó nuevamente en el suelo a mirar la negrura y tratar de encontrar una forma de terminar esto y encontrar su destino.
Hizo de este claro frente al castillo su hogar por varias semanas, no sabia como podía mantenerse sin alimentos, y encontró a varios pasos de distancia de la puerta una pequeña fuente que le proveía lo suficiente para no tener sed. Dormía mirando el portal y pasaba sus días meditando frente a él, tratando de descubrir la forma de entrar. Sabía que tenia solo dos opciones para ingresar, pero no sabia cuales eran, esta revelación le había llegado como un suspiro mientras su mente iba dejando la conciencia y se sumía en uno de los sueños mas profundos que nunca tendría. Un corcel brillante y un animal de negra piel que no podía distinguir luchaban frente a sus ojos, el solo podía mirar, el corcel buscaba siempre los ojos de Tom el ruloso par mirarlos fijamente mientras que esa otra bestia trataba todo e l tiempo de evitar que sus miradas se cruzaran. De este sueño supo que la batalla estaba dentro de si mismo, y que debería el mismo determinar quien ganaría.

Otra semana paso de ese extraño sueño cuando Tom el ruloso se puso a recordar a Tom el pelado y a derramar nuevamente lágrimas por su desaparición. Pero ya estas no eran lágrimas amargas de odio, eran lágrimas dulces, el odio de su corazón había desaparecido. No odiaba el viaje que le había traído hasta este punto, no odiaba a nadie mas, entendió luego de ese tiempo solo y meditando que nada bueno viene sin algo malo, porque sin lo protervo nunca podría distinguir la bondad en ninguna de sus formas. En su mente pudo empezar a distinguir verdaderos pensamientos abstractos, comprendió que había mas de lo que su vista olfato y oído odiar percibir. Esto le dio una nueva felicidad que nunca había sentido y lo lleno de una fuerza renovada, no estaba cansado ya. Corrió por el claro como si nunca hubiera sentido esa desazón que hasta hacia momentos nublaba su vida. Miro a la distancia esa negra puerta y sin pensar comenzó a correr hacia ella, en su corazón se enciendo una llama que le daba la confianza para seguir adelante y pronto esta llama hizo que su cuerpo se cubriera de fuego. Siguió corriendo hacia el portal cada vez más rápido y mas decidido, su cuerpo cubierto por doradas llamas que no le quemaban parecía brillar como un sol, su figura se convirtió en la de un corcel llameante, un corcel con alas de fuego que se dirigía a la negrura sin dudar, cada vez más veloz.
Atravesó el negro portal haciéndolo añicos, dejando solo un gris polvo tras de él, nunca más esa puerta estaría cerrada.

Entro a una habitación gigante y poco iluminada, con una gran esfera violácea en en centro, una esfera que brillaba con una doble luz, un brillo negro y otro blanco mezclándose tenuemente, volviendo oscura o brillante la habitación sin previo aviso. Eso era Ishanti y Tom lo sabía.

Se acerco y toco la esfera. Todo se volvió curo y sin darse cuenta estaba flotando incorpóreo, una presencia estaba con el, era Ishanti.
-¿Quien eres? –Preguntó sabiendo la respuesta.
-Soy quien te ha puesto en el camino que te ha guiado hacia mí, soy quien te ha llamado.
-¿Por qué lo haz hecho?
-Porque era tu destino, debías elegir un camino hacia mi, y según el que eligieras tendrías tu futuro.
-¿Cual será mi futuro?
-No puedo decirte lo que no se. Solo seque elegiste la primer mitad del camino sabiamente y serás recompensado por ello.
-¿Cual será mi recompensa? -preguntó sabiendo que esta pregunta no tendría respuesta.

La oscuridad se disipo y Tom el ruloso ya no existía, Ishanti le había dado una nueva vida y estaba alejada del reino de los humanos, tal vez volvería a el cuando la otra mitad del camino fuera recorrida a su debido tiempo, y en una de las esquinas de la gran habitación una esfera brillante de luz banca descansaba hora, apenas manchada e unas motas negras que nunca se irían para poder recordar la verdadera humanidad.

Ishanti capitulo final.

Espero que les halla gustado, se que tarde, los proximos seran mas cortos si la historia no me hace perder.

.zep)