martes, marzo 31, 2009

Sparks (or how do axons dance)

Les presento un pequeño texto que apareció en mi mente durante una conversación que une tres partes separadas de la misma en un todo que me pareció adecuado para usar de espejo con quien lea y se sienta mínimamente identificado. El final está marcado con una fila de asteriscos, quien desee puede dejar de leer ahí, o seguir y ver un párrafo extra que no considero necesario en la historia pero que sin duda a más de uno le parecerá correcto.
 
 
                 Y qué glorioso fue el día en que estalló,
incendiando todo con él, llevándose la oscuridad y todo, en un glorioso hongo nuclear de sentimientos puros, una luz más fuerte que mil soles, incinerando, eliminando todo rastro de egoísmo y terquedad, purificando su alma y su ser en la forma más espectacular que jamás se vio. Empezó como un ligero resplandor en su frente, un brillo sutil en sus ojos y una sonrisa que pocas veces pudimos ver y que tanto disfrutábamos cuando aparecía en esas charlas de medianoche, donde todo era motivo de debate y discusión, donde la verdad se construía entre varios y se destruía con una carcajada. Desde esa época imaginábamos que la gloria sería parte de su vida pero luego la chispa empezó a menguar, y junto con ella sus asistencias a nuestras noches bohemias. Hacía ya años que la chispa parecía apagada, cuando decidía visitarnos, tomando su café de siempre, sonriente ante la luz del fuego de la chimenea, actuando más de forma mecánica que con sentimiento. Todos sabíamos que debía de estar en algún lado, aunque temíamos que se hubiera ahogado.

Y por un momento fue libre. Ese ligero brillo en sus ojos pasó de ser sutil a ser refulgente, en un instante su cara iluminaba más la habitación que la chimenea y, en esa fría noche invernal, estalló toda su genialidad y nosotros sólo pudimos quedarnos sentados, escuchando, aprendiendo. Nadie podía hacer otra cosa, tan grandioso era escucharlo. Todos, hipnotizados, seguíamos cada palabra, saboreándola como si por primera vez en nuestras vidas escucháramos su verdadera voz, habló desde más allá de su mente, nos habló con su alma y nosotros lo escuchábamos no sólo con nuestros oídos sino con todo el cuerpo, vibrábamos a cada palabra hasta que dejamos de estar en esa solitaria habitación en una alejada casa de campo y estuvimos en todos lados al mismo tiempo. Él y el universo fueron uno en ese instante, y él quiso compartirlo con nosotros.

Pero se consumió en esa explosión. Terminó de hablar y calló de repente, la luz cesó y estuvimos de nuevo en una habitación oscura apenas iluminada por el fuego de unos leños casi consumidos. Tardamos en reaccionar y verlo caído en medio de la alfombra donde minutos, o tal vez horas antes, había estado enseñándonos maravillas que nunca siquiera soñamos. La chispa se había extinguido finalmente pero de una forma que jamás imaginamos. Al menos, dijeron algunos, murió libre; otros se lamentaron porque su verdadero ser vivió tan poco, pudiendo haber luchado y ganado tanto antes, antes de que la presión fuera tal que el único escape fuera esa magnífica explosión que nos iluminó en tantos sentidos.


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Nunca volvimos a ser los mismos ni a reunirnos de la misma forma, no pudimos recordar todo lo que él nos enseñó en su hora más brillante pero sí aprendimos que nunca estaríamos solos, él ahora formaba parte de nosotros y cada uno de nosotros estaba en los demás. A pesar de no volver a vernos todos juntos, jamás habíamos estado más unidos. Ese fue su regalo.
 
 
Considero que todo hasta la fila de asteriscos es imprescindible en el relato, Lo que continua es, sin embargo, algo que espero que la mayoría no necesite leer más de una vez a lo sumo, es solo una terminación que redondea algo que me parece que es lo suficientemente redondo, circular o hasta esférico. Es tan solo completar una carita feliz en un relato que no creo que merezca tal sacrilegio, pero tampoco creo que deba eliminar totalmente algo que por un momento pareció una parte vital en la historia. Alguno lo encontrara redundante, otro, tal vez, revelador yo lo encuentro al final de una historia como un apéndice que simplemente nos saluda para recordar que hay más de una forma de terminar una idea.

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